El asunto es que mandé mis textos, y era muy divertido, sobre todo con lo de los deadlines...
En fin. El blog cerró. pero pude rescatar los textos que envié para colaborar en ello. Y creo que debe ser un recordatorio para seguir haciéndolo. Seguir alimentando la imaginación y ejercitando la creación literaria.
El primer texto que voy a compartir se llama "Let her go". Ese fué el primer texto que envié. Y ahora que lo veo... ¡Está larguísimo! Y recuerdo que hasta me lo comentaron... la extensión máxima era de 2 cuartillas. Yo mandé 5, creo. En fin. Ahí va. Se aceptan comentarios.
___________________________________________________________________________________
Let her go.
-Entonces… ¿Vamos al cine?
-No sé… No tengo muchas ganas de ir.
-¿Entonces que quieres hacer?
-Pues no sé… ¿Qué te parece si platicamos? Vamos
por un café.
-Ok. ¿Pasas por mi?
-Está bien. Paso en un rato más.
Ok. Nos vemos al rato.
Cuando colgó el teléfono, y con toda la pereza de
su corazón, se puso de pie. Se dio un regaderazo rápido para quitarse un poco
la flojera y arreglarse.
Mientras se acomodaba los botones de la camisa, se detuvo a pensar. ¿Por qué seguía viendo a Laura? ¿Era una simple amistad? ¿Era más bien costumbre? Si bien la apreciaba como amiga, sabía que nada pasaría entre los dos, a pesar de los constantes esfuerzos de parte de ella.
Tomó sus cosas y salió de su departamento. Subió
a su coche y se dirigió a casa de Laura. Es curioso lo que la mente puede
generar entre un semáforo y otro. Entre una luz verde, una luz roja y el
reporte del tráfico de la radio.
“¿Por qué tanta insistencia de su parte? Tal vez
es un intento desesperado por llamar tu atención. No. No te hagas ideas que no
van… Igual y no es nada… ¿Por qué siempre terminas adelantándote y
suponiendo cosas?”
Justo estaba por contestarse cuando se dio cuenta
de que había llegado a la casa de Laura. Aparcó, bajó del auto, respiró
profundo y tocó a su puerta.
Cuando salió, se saludaron de beso en la mejilla
y con un abrazo demasiado largo y un tanto incómodo para Luis.
-¿Cómo estás?
-Bien ¿Y tu?
-Bien. Vuelta loca. – Laura cerró la puerta tras
de sí – Tengo muchos pendientes por entregar y ya me había fastidiado de estar
con la computadora. Y necesitaba algo de aire.
-Y en tu búsqueda de distracción, se te ocurrió
hablarme…
-Pues supuse que no estabas haciendo nada…
-Mmmmm…
-Ándale ya. Además tengo hambre.
-¿Y querías ir al cine a “comer” palomitas? Estás
loca.
-No me digas así.
-Pues sólo a ti se te ocurren esas cosas.
-Necesito distraerme. Ya estoy harta de maquetas,
planos, planes y medidas.
-Pero querías ser diseñadora de interiores.
-No discutas. Bueno, ya. Vamos, anda. – Laura
tomó del brazo a Luis, jalándolo.
-Vamos a caminar. Aquí cerca hay un lugar padre y
con vista al parque que está aquí cerca.
Caía la tarde en la ciudad. El canto de los
pájaros que volvían a sus nidos se confundían entre el sonido de los autos.
Llegaron a un parque. Niños pequeños corrían en sus bicicletas por entre los
senderos del parque. Personas paseando a sus perros. Gente mayor caminando por
las banquetas. Otros más sentados en las bancas, leyendo o platicando.
Pareciera más bien sábado o domingo, y no un miércoles, pensaba Luis. Mientras
tanto, Laura seguía mencionando las diferencias entre el uso de los colores
claros en una sala contra los tonos grises que había visto en una revista de
decoración.
-¡Mira! Ya llegamos. Y te dije que tenía vista al
parque.
-¡Mira, tú! Tanto tiempo viviendo en ésta zona y
no había visto este lugar.
-El café es bueno.
-Y yo tengo hambre…
-Pues vamos a que te alimentes…
Entraron al lugar. Era un café lindo, bien
instalado en lo que fuera una vieja casona de los años 40. Amplio, con las
paredes llenas de fotografías artísticas y pinturas entre surrealistas y hechas
por niños de 10 años a los que los críticos exquisitos llamaban “Noveau Art”.
Patrañas, pensaba Luis. Se encaminaron a los que había sido el balcón, se
sentaron y los abordó el mesero.
Después de ordenar, Luis encendió un cigarro.
Laura se veía algo inquieta.
-¿Qué te tiene tan intranquila?
-Nada…
-Puedo ver que algo traes…
-Oshhh… -Laura puso los ojos en blanco,
sabiéndose descubierta.
-¿Ves?
-La verdad, no sé que hacer… Tengo un dilema, y
quería pedirte consejo.
-Pues dime y vemos si te puedo ayudar…
-Pues es que no sé…
-Mira, desde donde lo veo, tienes dos opciones, o
me platicas y sacas lo que te preocupa y vemos qué hacer, o callas, hablamos de
cualquier otra cosa, te distraes por un rato y te quedas con tus preocupaciones
y vemos hasta dónde explotas…
-Me choca cuando te pones en ese plan. –Reviró
Laura entre fastidio y molestia.
-Sabes que tengo razón. –Espetó Luis- Es cosa de
sentido común… Además, me pediste consejo.
-Ya sé… Pero a veces se me olvida…
-¿Se te olvida…?
-Nada.
Luis puso los ojos en blanco. A veces, hablar con
Laura era como topar con pared. Un callejón sin salida. Te dejaba sin opciones.
A veces le sorprendía cómo una mujer como ella, que podía aventarse auténticas
conferencias sobre interiorismo y color, diseño de muebles y ambientes, Feng
Shui y diseño contemporáneo, o soliloquios sobre el comportamiento de su
personaje favorito o sobre si la película que habían visto le había llegado tan
profundamente, podía cerrarse tan herméticamente.
El mesero llegó. Colocó las órdenes sobre la mesa
y se retiró. El sol de la tarde se colaba entre los árboles del parque. Si,
parecía un domingo.
-Es increíble la calma que se respire en este
lugar, sobre todo en una ciudad como ésta. –Comentó Luis, mientras endulzaba su
café.
-Por eso me gusta vivir aquí… Y por eso me va a
costar mucho dejarla…
-¿Cómo?
-De eso quería hablar contigo…
-¿Qué pasa?
-Me voy.
-¿Así de simple? ¿Pero qué? –Luis sintió un vacío
en el estómago- A ver… Explícame.
-La empresa para la que trabajo va a abrir una
oficina en el extranjero y me pidieron que me fuera a acondicionar las nuevas
oficinas y que comenzara a ver proyectos que ya se tienen vendidos.
-Órale… Y… ¿Qué piensas? Es bueno, ¿no?
-Pues sí… Me doblaron el sueldo y me dan todas
las facilidades. Casa… coche… visa… Pero no sé qué hacer…
-¿No sabes qué hacer de qué? Por lo que me dices,
ya es una cuestión decidida. Ya te doblaron el sueldo y supongo que ya
arrancaron trámites para la visa y todas las cosas que te esperan en el nuevo
destino. Ya no es tan fácil echarse para atrás.
-Pues si… pero… Yo sola… En otro lugar…
-Siempre habías querido viajar. Salir de aquí.
Ver otros lugares. Ahora creo que es tu oportunidad para hacerlo.
-Pero eso era, no sé, de vacaciones…
-Es cosa de costumbre, creo. Con el tiempo verás
que te acostumbrarás al nuevo lugar. –Decía Luis mientras bebía de su café.
-Lo sé. –Laura terminaba de pasarse un bocado de
su sandwich- Al principio, pensaba en eso. Pero con el paso de los días, las
cosas que tengo que arreglar, las cosas que debo dejar listas… Me estresa…
-¿Pues qué tanto te vas a llevar? finalmente sólo
es tu ropa la que te llevarás y ya. Es como si te fueras de vacaciones.
-Pero como vacaciones de largo plazo…
permanentes.
La palabra “permanentes” retumbaba en la cabeza
de Luis. Prendía otro cigarro. El café y el cigarro creaban una mezcla extraña
en la mente de Luis. El que Laura le dijera que se iba, creó en él un
sentimiento de abandono. Y de repente comenzó a echar de menos los momentos que
había vivido con ella.
-De repente te fuiste, Luis. –Le despertaba
Laura, mientras le acariciaba la pierna.
Él la miraba gentilmente. El humo del cigarro
matizaba la escena. “Trátame suavemente” se escuchaba de fondo. Su boca
dibujaba una tierna sonrisa.
Él comenzaba a extrañarla. Y aún no se iba.
Aún.
-Sólo un momento. Me quedé pensando.
-¿Y qué pensabas?
-En ti. Y la bomba que acabas de soltar.
-Jajajajajajaja –Laura rompía en risa nerviosa.
-Pues es la verdad. Al final es algo que ya tenías
más que decidido. Y sólo buscabas un signo de aprobación en la decisión que
acabas de tomar.
-Y también buscaba hablar contigo…
-¿Sobre qué?
Un vacío en el estómago llamó la atención de
Luis. No sabía si era el café, el cigarro, ambos o los nervios.
-Te voy a extrañar…
-Y yo a ti…
-Te voy a extrañar mucho…
Luis finalmente terminó por recuperarse del vacío
del estómago. Es curioso cómo juega el cuerpo cuando recibe noticias así. El
cuerpo se tensa, se torna intranquilo. El juicio se nubla. Confusión.
Trataba de mantenerse en control. Pero era un
hecho de que la noticia lo había descontrolado más de lo que hubiese querido.
Una avalancha de sentimientos encontrados le invadía la mente y el pecho.
Luis prendía otro cigarro, mientras terminaba su
café y llamaba al mesero con un ademán. Laura terminaba su comida y sorbía las
últimas gotas de su bebida.
-A veces creo que fumas demasiado. –Disparó
Laura– Como si tuvieras hijos en la cárcel.
-Jajajajajajaja –La risa lo calmaba.
-Digamos que es uno de los pocos vicios que
tengo.
-¿Qué piensas?
-Dígame, señor. ¿Qué se le ofrece? –Preguntó el
mesero.
– “Qué oportuno…” –Pensó Luis- Te encargo otro
café. ¿Tú quieres algo más?
-Un té de frutos rojos, por favor.
-Enseguida. –Respondía el mesero mientras recogía
los trastos sucios.
-¿Qué piensas, Luis? –Atacó Laura en cuanto el
mesero se retiró.
Elvis Costello ambientaba ahora el cuadro. Le
llamaba la atención cómo la melancolía de su voz musicalizaba a la perfección
ese momento, un momento en el que los recuerdos se agolpaban en su mente.
Tantas cosas. Tantas vivencias. Tantos recuerdos. Y le daba nostalgia del
futuro. Del hecho de que ya no la vería. De que ya no saldría más con ella. “So
tell me how am I supposed to live without you…” cantaba Costello.
El sol seguía su marcha hacia el horizonte y ya
proyectaba las sombras de los edificios del otro lado del parque. Las luces del
parque comenzaban a encenderse. La noche hacía su lenta pero inminente entrada.
A pesar de que él sabia que nada pasado entre
ellos, y que solo se habían coqueteado durante mucho tiempo sin formalizar
absolutamente nada, no podía evitar sentir tristeza, melancolía y nostalgia por
algo que probablemente ya no volvería a repetirse. Ya no más.
-Sigo procesando el hecho de que te vas…
-Eres el primero al que se lo digo…
-Pues vaya primicia…
-Y siento que ya no te voy a volver a ver…
-No digas eso… Estarás lejos… pero siempre vamos
a estar en contacto… -Luis le tomó la mano para reconfortarla. Vio que el
semblante de ella se entristecía- Siempre podremos hablar por teléfono, Skype,
Whatsapp…
-Si… Pero no va a serlo mismo…
-Pero al final, estaremos en contacto…
El mesero se acercó a dejar las bebidas. Buen
pretexto para acomodar las ideas y dejar la confusión a un lado. Las notas de
un blues resonaban en las bocinas del lugar. Daba la impresión de haberse
puesto de acuerdo para hacer más dramático el momento. Incluso, se sentía
dentro de una mala película.
Luis tomó su taza. El olor a café le llenaba la
cabeza de tantos recuerdos. Tantos momentos. Nostalgia del pasado. Nostalgia de
lo inevitable.
Laura tomaba su taza con ambas manos y aspiraba
el olor que su té despedía. Un silencio llenaba el espacio entre los dos.
Eric Truffaz hacía sonar su trompeta por los
altavoces del lugar, llenando de notas ese silencio que se había vuelto a
acomodar entre los dos.
-“Si. Whispering. Vaya coincidencia.” – Pensaba -
“Vaya coincidencia”.
-Nos vamos a extrañar. –Rompió el silencio Laura.
-Eso sí. –Contestó Luis.
-Y es raro. Siento que me vas a hacer mucha
falta… -Decía Laura, mientras bebía de su taza, como ocultándose detrás de
ella.
-¿Por qué lo dices?
-¿Por que si con alguien fui siempre muy cercana,
fue contigo.
Luis sintió de repente cómo se le enrojecía la
cara.
-¿De verdad?
-Si.
-Por eso me chocan las despedidas…
-Tan tierno tú… ¿Por qué?
-Por que son cosas con las que no sé lidiar. El
hecho de saber que ya no estrás aquí me entristece, pero al mismo tiempo me
siento contento por ti. Por que tienes una buena oportunidad de desarrollarte
profesionalmente y estarás bien en esa parte. Lo demás vendrá solo. –Luis
sintió cómo había un poco de mentira en sus palabras, ocultando su tristeza.
-¿De verdad lo crees?
-Si. De verdad lo creo.
Las bebidas se agotaron. Luis levantó la mano
buscando al mesero e hizo un ademán pidiendo la cuenta. Laura se veía un poco
más tranquila, pero la tristeza seguía asomándose por sus ojos.
-¿Te gustó el lugar?
-Sí. Mucho. Es una pena que no lo haya
descubierto antes.
-Cuando vengas de visita, vendremos aquí.
-¿Ya ves cómo te pones? –Le reviró Laura, entre
molesta y divertida, mientras le daba un golpe en el brazo.
-Bueno… si no quieres, no…
El mesero se acercó con la cuenta. Luis la tomó,
pagó y se levantó de su silla.
-Ven. Vamos a caminar.
Le estiró su mano. Laura se la tomó y salieron
del lugar. Así. Tomados de la mano.
La noche había hecho su aparición. El parque se
mostraba curiosamente triste bajo las luces amarillas de la iluminación. Las
luces de los departamentos aledaños se asemejaban a las estrellas. Unas
encendidas. Otras apagadas. Intermitentes. Algunas personas caminaban junto a
sus perros. Los autos rompían un poco la calma que se sentía en ese lugar.
Fresca y agradable era esa noche.
Luis y Laura seguían tomados de la mano, no
queriendo soltarse y dejarse ir, inmersos en un silencio donde las palabras
sobraban. Caminaban a paso lento, gozando cada instante de su compañía, como no
queriendo llegar a casa de ella. Sabiendo que una vez ahí, no volvería a verla.
Nostalgia. De lo inexorable.
Sin dares cuenta, habían llegado a casa de Laura.
Ella seguía tomándolo de la mano. Y él sentía que no quería dejarla ir.
Luis la soltó, y la abrazó. Ahora no sentía
incomodidad. Ella puso sus brazos en su espalda. Ninguno de los dos quería
dejarse ir.
-Te voy a extrañar, flaca…
-Y yo a ti… y mucho…
Sin pensarlo, Luis acercó sus labios a
Laura. Sintió los suaves labios de ella apretarse a los suyos, en un beso
correspondido. Un beso tierno, lleno de tristeza. De melancolía. Oasis se
colaba por una ventana lejana…
“And in your head do you feel…
What you’re not supposed to feel?… And you
take what you want… But you won’t get it for free…”
Cuando se separaron, Luis miró fijamente a Laura.
Una lágrima rodaba por la mejilla de ella.
-“Por eso me chocan las despedidas…” –Pensaba
Luis.
Luis le secó su lagrima y besó su frente.
-Cuídate mucho y mantenme al tanto de ti. Será
divertido escucharte y leerte…
-Eres un bobo… -Le contestó Laura mientras
dibujaba una sonrisa.
-Te quiero. –Le dijo Laura, susurrándole al oído
mientras volvía a abrazarlo.
-Te quiero, Lau… -Le respondió Luis.
Se separaron. Laura tomó sus llaves de su bolso y
abrió la puerta. Al cerrarse, Luis se encaminó a su auto. Al subirse, no pudo
evitar notar que sus ojos se nublaban.
Encendió el coche. Una canción sonaba en el
stereo.
“Only know you love her when you let her go…
And you let her go…”
-->
No hay comentarios:
Publicar un comentario